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16 oct 2013

Curro.

Curro está en una habitación completamente blanca, y una fina sábana, también blanca, le cubre su ya débil cuerpo. No para de resonar el eco en toda la sala de la máquina que aún le mantiene con vida. En la silla que hay al lado de su cama, su mujer le mira, ha sido el hombre que más feliz la ha hecho, y, aún no siendo muy mayor, parece que su cuerpo deseara abandonar ya la vida. Se abre despacio, con cuidado, la puerta de la habitación, entran los tres hijos de Curro, la pequeña apenas puede mirar a los ojos a su padre sin derrumbarse, y es que aún es incapaz de encontrarle sentido a por qué él se tiene que ir, y por qué tan pronto.
El reloj de su único hijo varón suena, son las seis en punto de la tarde.
Un doctor entra precipitadamente en la habitación, y pide a los cuatro familiares que salgan de la sala, ya que se lo llevan a quirófano, ya no se puede hacer casi nada con el tumor; a pesar de haber intentado meses y meses vencerlo con quimioterapia, él quería seguir en ese cuerpo, ese cuerpo que ya no tenía fuerzas ni para expulsarlo, ni para seguir viviendo.
Sacan la camilla de la habitación, su mujer le agarra con fuerza la mano y le da un suave beso en los labios. Los hijos le dan un beso en la mejilla, Eva, la pequeña, es la última en dárselo, y antes de separarse, le susurra un suave "te quiero" al oído de su padre.
Curro, casi sin aliento, hace un amago por sonreír, lo que hace que una lágrima se resbale por el joven rostro de su hija. Y se lo llevan a quirófano.
El reloj de Luis suena otra vez a las siete, y justo unos segundos después de que suene a las ocho, el doctor sale del quirófano.
Curro lo ha intentado hasta el último momento, y ese "te quiero" de su pequeña le dio fuerzas, pero no las suficientes.

Hasta siempre, Curro.

1 comentario:

  1. Que bien escribes!! Me he leido un poco de tu blog y me encanta, me intentaré volver a pasar, un beso!!

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