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6 jul 2013

Pongamos que hablo de un 22.

Cariño, sabes que escribir siempre se me dio mejor que hablar y decir las cosas a la cara, pero esta vez, parece que ninguna de las dos opciones se me da bien. Así que con gestos, e intentando no cagarla mucho, pruebo a explicarte lo mucho que te quiero.
Y, es que, las calles de Madrid, ya no serían lo mismo sin ti, sin esas conversaciones o esos silencios, sin esos besos, sin esos abrazos, sin esas risas.
Sí, nos han hecho daño a los dos, pero, ¿y qué? Nada es eterno, y estamos intentando sanar esas cicatrices que aun albergamos. Intentamos borrar los que un día nos hizo daño.
Hay cosas de mí que jamás llegarás a entender, y a mí me pasará lo mismo contigo, pero esa es la magia del amor, que a veces, las cosas intrigantes, atraen más.
Te mentiría si dijera que no pensé en huir mil veces antes de embargarnos por completo en esto, pero cuando te vi, ya sabes, todas esas cursilerías que a mí tanto me gustan, se me pasaron por la cabeza. Estábamos tan cerca de conseguirnos, y a la vez la podríamos cagar con cualquier cosa. Pero me demostraste que merecía la pena involucrarse, y, es que, dejarse querer, a veces, viene bien.
Así que supongo que... gracias. Gracias por todo. Gracias por rescatarme.