Gracias a ti que me has marcado tanto, que
tienes un hueco enorme en mi vida que nunca nadie podría reemplazar. Por
haberme conocido tan a fondo y haber seguido ahí, por todo lo que somos juntos
sin haber sido nada, todo lo que supones para mí. A uno de mis pilares
fundamentales, que ha contado conmigo la primera tanto en sus alegría como en
sus tristezas. Por haber iluminado mi vida, por ser esa luz constante, por
llenarme con cada abrazo, por saber todo el uno del otro sin necesidad de
preguntas, por seguir creciendo juntos aunque estemos distantes. Por los
perdones necesitados y por los "te quiero" inesperados.
Gracias por haber aparecido y no haberte
marchado, por soportar todas mis tormentas, por seguir cerca, por dejarme
tenerte, por hacer que cualquier día acabe siendo el mejor. Por las ganas de
llorar que me entran al escucharte triste, por la fuerza que me das para poder
con todo. Por volver siempre a nuestros principios, llorar en las despedidas y
reírnos con los recuerdos. Recuérdame todo lo que llevamos y toda la vida que
tenemos por delante, juntos, siempre juntos. Por liberarme de las penas y
esperarme siempre.
Gracias por haberte mantenido siempre en
pie a mi lado, por ser mi confidente, por demostrarme que es la amistad y el
verdadero amor, por dejarme seguir a pesar de todo, por las llamadas que salvan
a cualquier hora y las caricias que me calman. Por entenderme cuando ni yo
pueda, por los sentimientos, por las palabras bonitas, por las verdades no tan
bonitas que duelen pero sanan.
Te
pido perdón por las ausencias
constantes, por la distancia, por la escasez de tiempo, por los pocos abrazos,
por todas las caricias que te debo, por todas las horas que me gustaría pasarme
a tu lado, por los errores, por las mentiras y las tristezas que hemos pasado,
por no poder, por poder y no querer, por todo el daño que te he causado, por lo
egoísta que soy al pedirte que no me abandones.
Las sorpresas siempre
son mejores y, sin duda, tú has sido mi mejor sorpresa.